sábado, julio 01, 2017

Poemas de Giuliano Milla Segovia




1.      (Sin nombre)
Soy una lágrima solitaria,
que se le acaba la muerte,
no te escondas, yo te rezo
¿Que la vida es un progreso?
¿Quién se tomó mi vaso de cerveza?
Dios ¿A quién le rezas, a quién le rezas?
Mamá muerte, mamá muerte,
Que tus faldas, tan celosas,
Que recogidas debajo del puente,
Se ponen ellas buenas mozas,
Dios,
no sé a dónde que te escondes,
porque Dios es otro hombre,
que le rezo, ¡ay regreso!
Que te escondes, otro hombre,
¡Ay me muero, mamá muerte!
Tablas que rujen.
Rodillas podridas.
Miel sin dulce, casi rota.
Nariz torcida, como coja.
Que me huele los dolores.
Pecho cansado, mar sin agua.
Nadería, naderías.
Tristezas, naderías.




2.      ¿Quién?

¿Quién se llevo mi pecho?
Cadena de hierro que me aplasta,
un hueso roto que son mis dos piernas,
una sandalia huérfana,
una vida descalza,
un niño extraviado,
ningún amigo, excepto amigos,
un callo en mi voz que no me deja hablar.
¿Quién puso la inquisición en mis zapatos?
Cama-turista, espalda de agua,
beber el cerro, beber la barra,
que mala el agua, que mala el agua.



3.  Niño-ayuno
Un huérfano.
Date cuenta,
niño abandonado,
que las mejillas no se yuxtaponen,
que el hombre, es un empresario.
Las construcciones con publicidad en el pecho,
se desmantelan en la resaca de sus beneficios,
niño-ayuno, dieta afectiva,
todo es para uno, por uno y desde uno.
Otro huérfano
El cielo encierra el llanto seco de la ciudad,
veo un lienzo pegado en la luna,
la habitual compañía después de las seis de la tarde,
cuando el arca de Noé es la ciudad y sus calles
y mi cuadrado perfecto es un espacio sin espacio,
un lugar sin lugar,
un traje sin traje.
Más huérfanos.
No mires tanto a la gente, niño abandonado,
sus caras duelen,
sus muecas muerden, sus caprichos cortan,
no mires tanto, que tanto hay por no ver,
mejor húndete en unos lentes rotos,
hazte el ciego, compra dulces, regálalos.
Nosotros, huérfanos.
Somos un yeso para ellos,
una estatua que llora, con lágrimas de cemento,
que la vida se ha detenido, el tiempo ha muerto.
Con un cincel rompen nuestro corazón,
tallan lo que quieren ver de nosotros,
rompen cuando sus manos tiemblan y dudan,
sacian sus lenguas.
Se esconden en las palabras,
te vuelven un ticket roto con el que un náufrago viaja...






4.      (Sin nombre)
Soy un país perdido,

sismos y desastres desconocidos,
balaceras en cada esquina de mi cuerpo-ciudad,
en cada rincón de cada casa que se ha hospedado en mi rostro,
laguna triste que mira las nubes y nubes oscuras que mienten al cielo, alguien las ha dibujado,
y no sé quién,
soy cosmogonía de yeso, frágil,
fácil de diluirse en donde caiga,
lluvia violenta, garúa con miedo,
asentamiento despoblado, y un niño muerto,

nadie
supo
su nombre,
y él,
 nunca quiso tenerlo.






5.      Limón-nada.

Piel de paracaidista,
que besa el aire, el viento, el cielo,
que el suelo pierde de vista,
y vive con pecho de hielo.
Allá en donde no hay nube ni tierra,
en donde se escapa la brisa,
en donde volar es la guerra,
y si esta existe, es de tiza.
Hay pieles dubitativas, del medio,
no están ni aquí, ni allí,
ni en el garabato, ni el tedio,
ni en lo amargo o el ají.
Mi pecho es esa piel dormida,
que despierta sigue en sueño,
y que camina desapercibida,
sin perder de vista el vuelo.
Es una limonada rala,
que ni es amarga, ni es dulce,
que te deja ánimo de bala,
y frente de matiz agridulce.





Giuliano Milla Segovia. 

Nacido en Pueblo Libre, de niño me crucé con los cuentos de Abraham Valdelomar, desde entonces no me he alejado de la lectura, tengo gratos recuerdos de mi infancia con mi mamá siempre leyéndome cuentos de Oscar Wilde, mi niñez en mi antiguo hogar en el Asentamiento Humano Nuevo Perú y mis días en el colegio nacional Andrés Bello formaron en mí una visión de la realidad y el mundo. Al llegar a secundaria y toparme con una realidad social y económica distinta en un colegio diferente como lo es el Agustiniano me desequilibró. Allí conocí al profesor Gonzalo Ontaneda quien siempre inculcó la literatura en nosotros y especialmente la creación poética. Desde entonces no me desapego de la poesía, fue una necesidad urgente, un alivio y una constante confrontación.

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